Jueves 21
Luego de infinitas horas,
llegamos San Rafael, Mendoza.
Despachamos las mochilas y
nos encaminamos hacia la oficina de la Secretaria de Turismo. En la oficina nos encontramos
con Sebastián y Nicolás (por un lado) y Marina y Cintia. Sin saberlo, emprendimos juntos
viaje a Valle Grande y comenzamos nuestro recorrido por Mendoza; provincia
caracterizada por sus canales de riego en las veredas, clima seco, montañas, y gente cálida y amable (al menos con los turistas)
Tras el viaje en colectivo,
llegamos al camping que nos habían recomendado.
Acampamos y fuimos a conocer la represa de Valle Grande, denominada el "Gran Cañón
del Athuel", donde subimos por una de las
empinadas montañas. Le comenté a Pablo, mi amigo, lo hermoso que me parecía, con sus
montañas en un color rojo en degradé, en desnivel con los valles que,
confrontados con el río y el lago, conformaban un paisaje paradisíaco.
No me escuchó un sorongo porque estaba tirando piedras como loco
por la barranca.
Sinceramente me reventó que
no me haya escuchado. Sebastián le dijo que tuviera cuidado. Nico le dijo que
era un pelotudo, que casi le sacaba un ojo a un turista.
Viernes 22
De regreso comenzaron los
preparativos para el asado; no habíamos comido desde nuestro arribo.
En
menos de una hora, todo estaba listo para servirse. Lejos de toda caballerosidad, nos abalanzamos sobre la comida como desaforados, sin conversar
en absoluto, iluminados por la escasa luz que brindaban las linternas.
Horas después, se apreciaban
lo que se fue desparramando a lo largo de la batalla: grasa de vacío,
costillas, lechugas, pulpas de tomate, caracú, paté de fóe.
En busca de saciar mi apetito
me liberé de los cubiertos y comencé a comer con las manos, como un indio
tehuelche desposeído. Con una mala maniobra, torpe de mi parte, volqué uno de
los bols de las ensaladas y cayó en la lona
que hacía de mantel. Me lo comí sin remordimientos.
Confundiéndolo con las
arvejas me comí un bicho bolita. Maldije por mis adentros y me fui a dormir sin
despedirme, de la rabia que tenía.
Sábado 23
En verdad no me sentía cómodo
durmiendo en carpa. A la mañana siguiente le comenté a Pablo: "No aguanto
más, no duermo bien. Me siento contracturado y siento que me pica todo el
cuerpo"
"Lo de la picazón es
psicológico..." me dijo despreocupado.
Cuando me saqué la remera,
tenía cuatro hormigas coloradas prendidas como garrapatas sobre mi espalda.
Por otra parte me alegraba
saber que había química en el grupo. Me había dado cuenta por lo que me había
propuesto Nico.
"Deberíamos volver a
juntarnos alguna otra vez"
Le respondí que me parecía
una buena idea, que en cuanto me dieran las vacaciones, nos hacíamos una
escapada.
El dió una breve pitada y me
dijo decepcionado:
"Aunque como en el cine,
las segundas partes no son buenas. Como Jurassic Park 2"
Le mentí, asintiendo con la
cabeza como los perritos que cuelgan en los taxis.
Tiempo atrás, en casa de mis tíos, estaba viendo la tele junto con mi primo de ocho años y pregunté si se trataba del éxito de Steven Spielberg y me respondió: "No, salame. Son los Muppets". De veras, me sentí un
verdadero idiota.
Señalé que había química en el grupo porque a la noche fuimos a un bar de los más piola llamado "La Barra", y en el regreso, bajo los efectos turbios del
alcohol, el grupo se había dispersado. Al llegar al camping había perdido de
vista a Marina.
A la mañana siguiente
le pregunté donde se había quedado.
"Sacando fotos a la
represa"-respondió-.
Sabía que se había quedado
con Seba. No es por hacer alarde de mi
inteligencia, pero desde chico siempre tuve poder de intuición, sentido común,
por citar alguna de mis varias cualidades. Tal vez lo advertí porque la noté algo
insegura al responder, o por haber fruncido levemente las cejas.
O tal vez, porque la última
vez que los vi juntos estaban a 18km de la represa, desde donde con el camino
empinado son como 30 horas a pie.
Domingo 24
Finalizado nuestro recorrido
por Valle Grande, el grupo decidió emprender nuevo rumbo hacia Río Nihuil, que queda en la ciudad de Malargüe. Con suerte, lograríamos conseguir alojamiento sin reserva.
Tras varios intentos en vano
de hacer dedo para que nos llevaran al dique en vano, logramos parar una camioneta
que tenía un cartel que señalaba "Taxi-Flet".
Son una especie de remises
doble función, donde te pueden llevar a la "Caverna de las brujas" y
conocer las famosas estalactitas y estalagmitas, o transportar cincuenta kilos
de salchichón primavera y vino patero.
Intentamos meternos al río
pero, desgraciadamente, unos lugareños nos hicieron señas para que saliéramos
ante el peligro que nos llevara la corriente. Luego, tras hacerme el tonto
repetidamente y fingir dolor de oídos, decidí salir del agua finalmente.
Conocimos un criadero de
truchas, compramos merluza para cocinar a al noche, sacamos fotos, tomamos unos
mates y emprendimos regreso.
Lunes 25
Cerca del mediodía, James, el
chofer, pasó a buscarnos para ir a conocer Valle Hermoso, camino a Las Leñas.
Era un hombre charlatán; en todo el viaje no paró de comentar todo lo que conocía
del lugar. Es de la clase de personas que siempre tienen un comentario
para todo, aunque sólo le cuentes que te salió un barrito en la nariz o.
En realidad le decíamos
Mario porque al preguntarle su nombre nos respondió "Gómez”, y por más que
le insistíamos nos volvía a repetir "Gómez", como si fuera agente
secreto. Bond, James Bond.
A veces pienso que nos toman
de turistas japoneses y se aprovechan de nosotros. Como cuando en la ciudad nos
cobró 170 pesos por llevarnos a conocer el dique, y sólo tuvo que salir de las
cuatro cuadras del pueblo y se la pasó veinte minutos girando alrededor de la
plaza.
"Allí donde ven hacia lo lejos, varios soldados perdieron la vida al intentar
cruzar a Chile, Aquí, se hacían trueques entre mendocinos y chilenos a cambio
de ponchos y sombreros hechos con lana de chivito"-comenta Mario en
tono sabihondo-
Entre nosotros parecería ser
un hombre de mundo, aunque nos comentó que jamás salió de Malargüe.
Valle Hermoso nos deslumbró:
los diferentes colores de las montañas, los lagos congelados.
Por
otro lado no había una puta sombra
alrededor, ni madera para poder cocinar o
calentarnos por la noche.
Con nuestros escasos
recursos, pudimos hacer fuego aunque a Marina, que estaba a cargo, se le
pasaron los fideos y quedaron como engrudo. Juro que pensé en matarla.
Por la tarde fuimos a escalar
la montaña en procura de que Pablo conociera la nieve.
Los primeros pasos fueron decepcionantes:
el camino estaba empantanado y al ser mediados de enero la nieve se encontraba en la cima.
Nos siguió la primera subida,
rodeada de espinillos y la superficie colmada de lajas filosas que dificultaban
el ascenso.
Al llegar a la cúspide nos
chochamos con una roca triangular de unos dos metros. Pablo al pisarla,
se deshizo y cayó formándose una avalancha. Al llegar a la cúspide, la panorámica era increible. Sacamos
fotos y regresamos luego de una merienda abundante para evitar el frío de la noche.
La temperatura descendió y nos dispusimos a hacer fuego. Compramos madera
a precio de oro e hicimos municiones con sopa.
Al agotarse la última brasa
nos dormimos profundamente.
Martes 26
James retornó para llevarnos
al Pozo de las Ánimas y más tarde a la Laguna de la Niña Encantada.
El Pozo de las Animas estaba
formado por dos grandes pozos de cincuenta metros de
profundidad, que fueron ocasionados por la erosión y el paso del tiempo.
Desde lejos, apreciamos
una pequeña playa, pero lo
empinado del camino dificulta su acceso. Dice el cartel de la parada que el uso
que se le dió fue la de esconder los cuerpos de los prófugos que habían procurado fugarse cruzando la
cordillera.
Ahora pasemos a la Niña Encantada. A pocos kilómetros se encontraba del Pozo de las ánimas.
"Súbansen hasta arriba,
donde está la cruz, la pueden ver enfrente de la bruja que esta tallada”-señaló James con su habitual escarbadiente-
Era una figura escondida en
la laguna a la que se le veían una suerte de forma abstracta donde podria figurarse las piernas y los brazos cruzados.
Marina se acercó unos metros
entre las rocas y se inclinó con la ilusión de ver algo más de cerca.
Un puntapié en las nalgas la
hubiese arrojado a la laguna, y de dar en alguna piedra, hubiese quedado
inconsciente ahogándola de inmediato. Al rato Marina se puso de pie y me pidió
que le sacara una foto.
Después de todo, no era tan
profunda la laguna de mierda esa.
Miércoles 27
A la noche, tras un fingido derroche de lágrimas como
despedida de nuestros compañeros que retornabas a sus hogares, nos dirigimos con Pablo al norte de Río Negro, Buta Ranquil, en compañía de
dos geólogas que estaban bastante fuertes y que habíamos conocido en San Rafael. Compramos los
pasajes y partimos al anochecer.
A diferencia de Valle
Hermoso, nuestra caminata hacia el volcán El Tromen no estaba rodeada de
arroyos, lo que no nos permitía recargar la botella.
Los rayos ultravioletas
reventaban en nuestros deteriorados rostros y nos hicieron agobiante el viaje.
El lugar exótico me
sugirió una idea: con mis conocimientos de Televisión en el secundario podría
hacer un programa al estilo "La aventura del hombre".
Me imagino:
"Aquí nos
encontramos en los Valles de Punilla, ante la presencia del fósil Anthemonium
Phitecus.
Por la cantidad de rayas y el
tamaño, notamos que provienen de la era Paleozoica”
¡Rayos y Centellas!
¡Recórcholis!
Tenía razón mi tía. Yo
debería haber sido productor. Por ahí cuando termine con los arreglos de la
casa haré algún curso.
Jueves 28
De Chos-Malal, partimos para
Zapala. El proyecto: Villa La Angostura, vía San Martín de los Andes. Llegamos a puerto a la
medianoche, y nos hospedamos en el primer hotel.
"Hotel Residencia”, sino
me acuerdo mal. Era tres estrellas, pero se le habían borrados dos.
El piso estaba mojado. Le habían puesto papel de diario arriba, y la humedad era intolerable. Las paredes estaban todas despintadas y la ventana tenía vista a un
juntadero de porquerías de un herrero desquiciado.
Tomamos una ducha y bajamos a
comer al restaurant del hotel. Como aún quedaba restos del anterior comensal el
mozo pasó rápidamente a limpiar. Limpió con un trapo
rejilla la mesa y nos sirvió un tentempié de aceitunas negras. Notamos que estábamos bajo otra cultura.
Al terminar la cena le
preguntamos en joda al mozo, dada lo tétrico del lugar, por algún
prostíbulo, casino.
Nos comentó de un taller
literario, pero al momento estaba cerrado por falta de presupuesto.
Viernes 29
Según mi reloj eran las
10:40am cuando desperté, debido a unos ruidos, que cuando estaba a punto de
volverme a dormir, volví a escuchar.
Eran de grandes pasos, como
de algún animal y se repetían de a intervalos. Pablo me preguntó si
había algún volcán activo en Zapala, pero no sabíamos al respecto.
Mi corazón estaba en las 250,
300 pulsaciones por minuto y Pablo se escondía bajo la bolsa de dormir mientras
este sujeto se acercaba hacia nosotros.
Se abrió de golpe la puerta y
apareció una gorda. La dueña del hotel.
sus pómulos colorados, su
cara redonda y sus ojos grandes llenos de ira. Tenía un vestido con lunares
verdeoscuros que contrastaban con el negro de fondo. Parecía la flota
norteamericana.
Apenas abrió su bocota
empezó a decirnos:"¿Estas son horas de levantarse? ¡Váyanse
antes de que llame a la policía!
Rehicimos las mochilas y
bajamos las escaleras mientras nos seguía con escoba en mano gritándonos.
Sábado 30
Nuestra última parada fue
Villa La Angostura donde nuestros recursos se nos agotaron.